sábado, 25 de abril de 2015

La emigración... no todo lo que brilla es oro

A la memoria de nuestros antepasados inmigrantes

Deseo compartir con ustedes esta página para que juntos tributemos homenaje, una vez más, a nuestros antepasados de allende los mares, cualquiera que fuese su procedencia, y así poder quizá rescatar del olvido a todos aquellos desesperados que, dejando atrás a seres queridos, el calor de un hogar, la tierra donde habían nacido y estaban sepultados sus padres y abuelos, partieron un día en busca de un horizonte más sonriente en la prometedora pampa argentina.

A lo largo de la historia inmigratoria argentina y como ocurre en otras naciones con experiencias migratorias similares, la llegada de los europeos se presenta generalmente como una leyenda épica rodeada de ribetes dorados, a los que cada uno va agregando luego anécdotas más o menos gloriosas, transmitidas de generación en generación. Por los estudios dedicados al tema, sabemos sin embargo que por entonces -igual que ahora- "no todo lo que brillaba era oro". En muchos casos, efectivamente, las promesas hechas a los extranjeros antes de embarcarse para América nunca se hicieron realidad y muy pocos de ellos pudieron regresar a sus países de origen.

"La emigración, cual fenómeno social producido fundamentalmente por la necesidad de huir de la miseria y el desempleo, hace su primera aparición en los primeros años subsiguientes a la unificación política del país [Italia], se intensifica considerablemente a partir de 1870 y reviste reales dimensiones de masa del año 1880 en adelante. Durante las dos últimas décadas del siglo XIX y primera del siglo XX, la tasa de emigración fue aumentando regularmente, año tras año, hasta alcanzar el punto máximo en 1913 (año en que se cuentan más de 870.000 emigrados), para luego caer bruscamente en los primeros años de la Gran Guerra." (L'emigrazione come fenomeno sociale, [mi trad. H.A]).  

Al comienzo, el fenómeno de la emigración no es visto con buenos ojos ni por los latifundistas italianos, que deben afrontar los efectos de la disminución de mano de obra agraria y el consiguiente aumento de los salarios, ni por las autoridades de la Iglesia, quienes temen la disolución de las familias, la pérdida de la fe y la expansión de las ideas socialistas y anárquicas. A la inversa, debido a los atractivos réditos económicos, se muestran favorables a la emigración los dueños de las grandes empresas navieras e industrias manufactureras.

Una vez acabada la unificación de las diferentes regiones que conforman la actual Italia y conjuntamente con la miseria y el profundo descontento suscitados por la política piamontesa de integración nacional, aparecen los agentes de emigración, intermediarios o más bien traficantes que lucran con estrategias engañosas, operando entre los que buscan desesperadamente una fuente laboral y las empresas navieras. Estos inescrupulosos mercaderes de la "redención" huelen la desgracia ajena, prometen el oro y el moro en el Nuevo Mundo, ejercen un fuerte poder de persuasión y ofrecen el billete para la travesía marítima a personas que para pagarlo se ven obligadas a vender todo, casa, muebles y modestas parcelas de tierra. Ni que decir de aquellos que, tras deshacerse de sus pocas pertenencias, se quedan literalmente en la calle y se convierten en esclavos en su propio país o en el de acogida por haberse dejado seducir por los agentes y sus falsas promesas. Hasta nuestros días, forma parte del imaginario colectivo el concepto de que el agente de emigración es el primer eslabón de la cadena de explotación a la que se encuentra sometido el emigrante. No cabe duda de que a configurar esa imagen negativa contribuye en gran medida la caracterización que las propias agencias hacían de si mismas al presentarse como "Agenzia per spedizioni di merci e persone per l'interno e per l'estero" (agencias para expedición de mercancías y personas en el interior y hacia el extranjero).

Entre 1870 y 1880, se va extendiendo paulatinamente en toda la península itálica une red de agentes y subagentes, principalmente en las regiones ya abiertas al éxodo masivo, como el Piamonte, el Véneto y algunas zonas del sur. A decir de Colocci, la tarea del subagente es a veces diabólica. Permanece vigilante, espera a que la miseria crezca en tal o cual familia, sabe cuándo vence el contrato de arrendamiento de Fulano o si el obrero Mengano tiene deudas con el usurero o ha empeñado algo en el montepío. Asedia, propone, insiste, vuelve a la carga, especialmente en la temporada invernal y en el momento en que se encarecen las mercancías, para arrancarles finalmente la anuencia a los alistados. 

La actividad de los intermediarios se desarrolla principalmente a través de la difusión de la información migratoria, o sea la propaganda en las áreas que aún resistían a la penetración del fenómeno, y el rastreo de los emigrantes y sus ahorros. El agente o subagente irrumpe en las tabernas o en las ferias y mercados rurales, donde despliega, ante los ojos de los crédulos campesinos, opúsculos y afiches de vivos colores en los que se pinta en tonos sugestivos el País de Cucaña que se encuentra en América. Cabe precisar asimismo el papel influyente que desempeñan, paralelamente a estas campañas publicitarias, algunos alcaldes y sacerdotes que cuentan de emigrados que han hecho fortuna en el Nuevo Mundo, como también las cartas escritas desde el Brasil, la Argentina o los Estados Unidos, en las que italianos ya emigrados llaman a parientes y amigos a que viajen a dichos países, donde les esperan una vivienda y un trabajo.  

Si bien en el comercio de la emigración, los intermediarios eran mayoritariamente hombres, también existieron agentes mujeres. Éstas ya residían desde algún tiempo en el extranjero, donde se encontraban insertas en algunos sectores laborales en los que se empleaba principalmente a mujeres, como, por ejemplo, el de la industria textil de las zonas laneras y algodoneras del sur de Francia. Para ellas, el ciclo de trabajo era corto, ya que se interrumpía con el casamiento o el primer embarazo. En el mejor de los casos, la edad límite no superaba los treinta años. Dadas estas circunstancias, el empresario ofrecía a algunas de ellas la posibilidad de prolongar la relación laboral convirtiéndolas en mediadoras. Se las mandaba entonces a sus países de procedencia para "reclutar" trabajadoras jóvenes de hasta unos doce o trece años de edad, ya acostumbradas a trabajar en fábricas y dispuestas a trasladarse al extranjero. Por lo general, se trataba de intermediaciones clandestinas, no autorizadas por el gobierno, pero altamente lucrativas para los empresarios. Para estas mujeres que se desempeñaban como intermediarias, esto significaba por una parte, un ascenso social que no tardaban en ambicionar las más jóvenes, y por otra parte, un salario comparable al de los representantes y agentes de las compañías de navegación.     

En 1888, se legisla por parte del estado un reconocimiento oficial de la emigración que alinea a Italia con las políticas migratorias del resto de Europa. La ley, en efecto, reconoce por primera vez la libertad de emigrar a la vez que concede a los agentes de viajes transatlánticos el derecho a reclutar emigrantes. Así y todo, aún deberán transcurrir muchos años para que la situación del emigrante cambie y se pueda hablar entonces de asistencia a su persona y de protección de sus derechos, como asimismo para que el papel desempeñado por los agentes de emigración quede enmarcado dentro de una estricta reglamentación que acotará el alcance de sus oficios de intermediación.

Por último, he aquí algunos afiches con los que se publicitaba la emigración.









Bibliografía

Il commercio dell'emigrazione (di Amorello Martellini) in Storia dell'emigrazione italina, Vol. 1 di Piero Bevilacqua. 2001, Donzelli Editore, Roma.
La crisi argentina e l'emigrazione nel Sud-America di Adriano Colocci. 1892, Tip. Centrale di E. Balzaretti, Milano.
Aspetti socio-culturali dell’emigrazione italiana in Argentina: il caso di Santa Fe. Tesi di Laurea di Andrea Ferrrari. 2008, Università degli Studi di Torino, Facoltà di Economia
L'emigrazione come fenomeno sociale - 1871 - 1913 in http://cronologia.leonardo.it/storia/a1880a.htm
La communauté piémontaise d'Argentine de Marco Giolitto. Forum Sprachwissenschaften. 2010, M-press, München.

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