viernes, 11 de junio de 2010

Les Vaudois
(Résumé de l'Histoire de l'Eglise Vaudoise)
(Traducción Hugo Alloa)



Siglos XII y XIII: los orígenes y las primeras represiones

El movimiento de los Pobres de Lyon fue fundado alrededor del año 1170 por Pierre Vaud o Valdo, rico mercader de Lyon, quien llamó “vaudois” (esp.: valdenses) a los adeptos de dicho movimiento (nombre que nada tiene que ver con el cantón suizo de Vaud). Valdo decide abandonar sus bienes para vivir en la pobreza y la perfección evangélica, y pronto reúne en torno a su persona una pequeña comunidad cuyo objetivo es imitar a la comunidad de los apóstoles. El deseo de los valdenses es seguir siendo laicos, asociados a la vida cultural de su ciudad, y a la vez predicar, no para enseñar nuevas doctrinas, sino para exhortar a los vecinos de sus ciudades a una vida auténticamente cristiana, al arrepentimiento y a la práctica de las obras de caridad. Al comienzo son acogidos favorablemente por la Iglesia pero pronto chocan con ésta en lo referente al derecho a predicar y leer la Biblia en lengua vernácula. Cuando llega el momento en que la jerarquía eclesiástica les prohíbe cualquier actividad laica que pueda escapar a su control, Valdo y los “Pobres de Lyon” se niegan a obedecer. Expulsados de Lyon, no por condena sino por sospechosos, van a proseguir con su misión hacia el Languedoc, donde se ponen en contacto con los disidentes cátaros, con los que acaban enfrentándose en una intensa polémica. Las ideas de Valdo se difunden por Occitania, las tierras del Imperio y en Lombardía. Ante las posturas cada vez más radicales del movimiento, el poder eclesiástico decide exterminarlo, como lo hace asimismo con las otras corrientes disidentes. En pleno siglo XIII, el valdeismo, proscrito por ley, se ve obligado a abandonar las zonas urbanas y se asienta en las zonas rurales. A partir de entonces y en toda Europa, la Inquisición se encarniza en contra de los valdenses, palabra que llega a ser sinónima de “brujos”, así como toda Vauderie es considerada brujería (Juana de Arco es condenada por “valdense”). Así y todo, fieles a su divisa “Lux lucet in tenebris”, las comunidades valdenses logran sobrevivir, por ejemplo en el “bastión de los Alpes”.

El refugio piamontés

Los valdenses hallan condiciones de vida favorables en los valles que se abren al sur del Montgenèvre, a ambos lados de los Alpes Cocios. Este sector geográfico, que con el tiempo se convertiría en el único refugio de la iglesia valdense, era al principio uno de los tantos territorios visitados por los misioneros y proselitistas valdenses. Si bien no se encuentra apartado del mundo circunstante, ya que lo atraviesa la gran vía de comunicación del Montgenèvre, que une la Provenza con el Piamonte y la Lombardía, el territorio de los Alpes Cocios se encuentra en la periferia de las zonas estratégicas del mapa político europeo de la época. Además, está políticamente dividido entre el Delfinado, feudo imperial bajo dominio francés en el siglo XIV, y los dominios de la Abadía de Pinerolo y de la familia de Luserna, los cuales serán más tarde anexados al Ducado de Saboya. Depende de los obispados de Turín y Embrun, cuyos límites no coinciden con las fronteras políticas. Los valles constituían sin embargo una región culturalmente homogénea, por la lengua, las costumbres y la economía, y se habían despoblado a causa de las invasiones sarracenas. Eran por tanto un lugar de asilo ideal para aquellos disidentes que procuraban por todos los medios sustraerse a las persecuciones de la Inquisición.

Siglo XIV y comienzos del siglo XV: Inquisición, represiones, adhesión a la reforma

Los papas no toleran, sin embargo, un foco de herejía tan peligroso en proximidades de su nueva residencia de Aviñón. Benedicto XVII, antiguo inquisidor del Languedoc, intercede ante los obispos de Embrun y el delfín Humberto II, y desde la segunda mitad del siglo XIV hasta fines del siglo XV, los inquisidores multiplican los juicios, arrestos, confiscaciones de bienes, condenas a la hoguera. En medio de las persecuciones se producen, sin embargo, momentos de relativa calma, cuando la atención de la corte de Aviñón se centra en el movimiento husita de Bohemia o cuando, en 1475, en su política antifeudal, Luis XI asume la defensa del pueblo del Delfinado, quien, en signo de reconocimiento, llama a uno de los valles el Vallouise. Entre 1487 y 1489, la represión, que poco a poco deja de ser teológica para convertirse en fiscal, se intensifica cuando Carlos I, hijo de Luis XI, declara la guerra a los valdenses. Los ejércitos que se enfrentan, principalmente en el valle de Angrogna, están formados por un lado por soldados mal armados, y por el otro, por valdenses igualmente mal armados pero dispuestos a todo. Con la intervención del gobernador de Saboya, que actúa con el consentimiento del rey francés Carlos VIII y del Papa Inocente VIII, la represión adquiere la dimensión y la crueldad de una verdadera cruzada. Una batalla entablada en Prali, en las inmediaciones de Perrero, obliga a los atacantes a retirarse, pero los combates continúan en el lado francés, con la masacre de 3.000 valdenses que habían hallado refugio en la gruta de Balme-Chapelue. Los que logran escapar a la tragedia son obligados a abjurar. Todos estos dramáticos acontecimientos no impiden, sin embargo, que los valdenses prosigan con su acción proselitista, utilizando la imprenta, de reciente invención, para dar a conocer la primera Biblia en lengua vernácula. Por estos mismos años, se produce asimismo el acercamiento de los valdenses al reciente movimiento luterano, enviando a varios de sus “barbes” (pastores) en misiones exploratorias a Alemania y Suiza. Finalmente, en 1532, en ocasión del sínodo de Chaforan en Angrogna, se produce la adhesión a la Reforma.

Siglo XV: la contrarreforma, procesos y masacres

La propagación de la Reforma en Piamonte se ve favorecida por la ocupación, en 1536, del Ducado de Saboya por parte de los franceses. Protegidos internamente y apoyados externamente por los suizos y los príncipes protestantes alemanes, los valdenses transforman sus valles en una suerte de zona de seguridad y base de acción para el movimiento protestante piamontés. La organización de las iglesias protestantes y la construcción, a partir de 1555, de los primeros templos en Saint Laurent d’Angrogne, La Tour, Rocheplate, Villesèche y Prali son el resultado de un nuevo impulso misionero que la represión desatada por los parlamentos de Turín y Grenoble no logra frenar. Los predicadores y vendedores ambulantes valdenses que distribuyen libros y opúsculos son enérgicamente perseguidos y a menudo detenidos y condenados a la hoguera. Es el caso del francés Barthélemy Hector, quien, en 1557, en los cerros de Riclaret, es hecho prisionero por los Trucchietti, señores de Perrier (Perrero). En otras regiones, la represión es aún más feroz: en Mérindol, Provenza, mueren 2.000 valdenses del Lubéron y se envía a 700 de ellos a las galeras del rey; en la Italia meridional, se erradica por completo, a partir de 1561, la colonia valdense de Calabria, cuyos miembros son masacrados o vendidos como esclavos a los Moros, mientras el implacable adoctrinamiento de los jesuitas se encarga de convertir a los sobrevivientes.

En 1559, Francia y España firman el tratado de paz de Cateau-Cambrésis: el Imperio se divide, los reyes franceses ven su poder debilitado y la España católica del intransigente Felipe II de Habsburgo sale ganadora. El tratado sella el compromiso de devolver Europa a la fe católica romana. A Manuel Filiberto de Saboya, que regresa a sus estados devastados, no le cabe otra posibilidad que alinearse con la política española y adoptar medidas represivas, pero sobre todo en contra de las pequeñas comunidades aisladas de la llanura. A los campesinos valdenses de los valles, que no pudo vencer en la campaña militar de 1560-1561, Manuel Filiberto debe conceder el tratado de Cavour (5 de junio de 1561) por el que los autoriza a celebrar el culto públicamente en las localidades más apartadas de la llanura (Angrogne, Villesèche, Les Coppiers).

Es efectivamente su situación político-geográfica lo que permite, en gran medida, que los valdenses resistan ante la fuerte presión de la Contrarreforma. Se trata de territorios montañosos poco poblados, difíciles de controlar, una región fronteriza sobre la que cae la amenaza de una invasión francesa, adosada al Delfinado, encerrada entre el Marquesado de Saluzzo y el Valle Pragela (alto valle del Clusón), ambos bajo dominación francesa. En ellos se viven, en definitiva, años de relativa tranquilidad. Las guerras de religión que desgarran a Francia sólo producen aquí efectos marginales. No obstante, el equilibrio es frágil. En 1588, Carlos Manuel de Saboya conquista el Marquesado de Saluzzo, provocando un éxodo de los protestantes locales hacia los valles valdenses, el Delfinado o hacia la numerosa colonia piamontesa de Ginebra. Inversamente, Lesdiguières, gobernador del Delfinado, invade Pinerolo, Cavour y los valles valdenses, los cuales por varios años quedan bajo su control. Mientras, los protestantes conquistan definitivamente el Valle de Pragela y logran convertir al protestantismo a los habitantes de Pramol, último valle católico.

En 1698, la promulgación del Edicto de Nantes por parte de Enrique VI pone fin a la guerra de religión en Francia y estabiliza la situación en Piamonte.

La peste de 1630

En 1630 sobreviene la peste en los valles valdenses. Las primeras víctimas mueren en mayo, la epidemia llega al Valle Pellice en julio y se desencadena con extrema violencia durante el verano. Los muertos se amontonan en las calles, las casas son abandonadas y saqueadas, las cosechas y la vendimia no se llevan a cabo, se alternan las escenas de devoción, crueldad y superstición. La peste tiene enormes consecuencias en la vida de las iglesias valdenses. Acarrea una importante disminución de la población: se cuentan entre 8.500 y 9.000 víctimas. Todos los pueblos de la alta montaña son abandonados y transformados en campos de pastoreo. Familias enteras desaparecen. Mueren 11 de los 13 pastores y los nuevos ministros, traídos urgentemente de Ginebra, remodelan las iglesias según el esquema ginebrino, modificando las tradiciones valdenses locales. Otro factor importante es el abandono de la lengua italiana, hasta entonces vigente en la vida de las iglesias debido al bilingüismo de la población y favorable a la expansión de la Reforma en el resto del Piamonte. Los nuevos pastores sólo hablaban francés y éste se convirtió en la lengua oficial de las iglesias valdenses y siguió siéndolo hasta mediados del siglo XIX. Este factor acrecentó el aislamiento de los valdenses respecto del entorno que les era hostil.

Fines del siglo XVI : el paroxismo de la represión. Las Pascuas piamontesas

En la segunda mitad del siglo XVI, entre 1655 y 1690, se sitúa el período más dramático de la historia valdense. En Francia, el protestantismo se ve debilitado por la caída de La Rochelle y la Paz de Alès de 1629, que le quita los privilegios militares y políticos otorgados por el Edicto de Nantes. La iglesia católica tiene el monopolio de la enseñanza y controla la vida de todos. En el Piamonte, la regente Cristina, viuda de Carlos Manuel I, es por una parte la hermana de Luis XIII y por la misma razón favorable a la política francesa, y por otra parte, la cuñada del rey inglés Carlos I, quien acaba de ser ejecutado por la revolución puritana. Como todos los monarcas católicos, la regente piensa que la represión es una necesidad histórica. En los valles se multiplican los incidentes. Las iglesias de Pragelato, dependientes del Delfinado, son las primeras en ser golpeadas: los Jesuitas y el prior de Mentoulles obtienen la restitución de los lugares del culto, de los bienes eclesiásticos y del pago de los diezmos. Los contingentes de tropas armadas se intensifican, los ejércitos ducales cuentan con 4.000 hombres y el refuerzo de las milicias comunales. La ocupación de los pueblos pronto degenera en una verdadera masacre, episodio conocido como las “Pascuas piamontesas”. El 24 de abril de 1655, las tropas ducales toman de asalto el Pra de La Tour, donde la población se ha escondido en refugios, y lo saquean. Los pueblos de Villar y Bobbio, a su vez, son reducidos a cúmulos de ruinas en los días que siguen. Las mismas escenas se repiten por todos lados: se masacra a la población, se la tortura sádicamente y los sobrevivientes se refugian en la montaña, intentando organizar la resistencia, como Josué Janavel, quien retiene por algunos días a los atacantes de Rorà. Pero la campaña de Pianezza prosigue implacablemente. Tras la caída de Rorà, Janavel se dirige hacia el valle del Clusón. El gobernador francés de Pinerolo permite a los valdenses perseguidos que se refugien en las tierras francesas del valle de Pragelato. El 8 de mayo, toda la población del valle Germanasca hace acto de sumisión y Prali se rinde el 10 de mayo. Léger, uno de los jefes valdenses refugiados en Francia, anuncia a la Europa protestante que el bastión valdense ha sido derrocado y consigue movilizar la opinión pública y suscitar las protestas de los estados protestantes, como Inglaterra. La lucha continúa con el refuerzo de voluntarios hugonotes: se suceden los redadas y los saqueos. Janavel, gravemente herido, debe retirarse de la lucha, y Jahier, jefe de la cuadrilla de Pramol, cae muerto en un combate. El duque de Saboya, sin embargo, debe ceder a la presión internacional y se entablan las negociaciones que llevarán a un acuerdo por medio de un edicto ducal por el que se reconoce a las comunidades valdenses el derecho de existencia. Este acuerdo, llamado “Patentes de gracia”, no es sino un armisticio para tranquilizar la opinión pública. Los valdenses regresan a su bastión pero siguen siendo objeto de las amenazas de los católicos. Constantemente deben soportar las violaciones del acuerdo: requisiciones de las tierras, secuestros de niños, juicios, etc. Todos estos actos tienden a debilitar la resistencia de la población o provocar su reacción, como finalmente sucedió en los valles valdenses. La situación empeora y desemboca en un levantamiento popular. La guerrilla vuelve a encenderse y Janavel y sus cuadrillas multiplican los ataques a las aldeas católicas. La población civil, decepcionada y cansada de soportar el peso de la guerra, acaba quitando su apoyo a los guerrilleros. Janavel y sus hombres son instados a retirarse para abrir la vía hacia una paz negociada. En 1664 se publican nuevas “Patentes”, que ratifican las de 1655 y excluyen de la amnistía general solamente a los condenados al exilio. Janavel, otrora campesino, termina administrando una taberna en Ginebra, mientras que Léger, tras errar por varios lugares de Europa, recala en Leyden, donde en 1669 edita “L’Histoire générale des églises Évangéliques du Piémont”.

El desastre y el exilio tras la revocación del Edicto de Nantes (1685)

Mientras, en Francia, el rey Luis XIV, que se considera el paladín de la cristiandad, tolera cada vez menos a los protestantes. En 1685, después de años de represión legal, de actos de violencia por parte de los famosos dragones, el Rey Sol revoca el Edicto de Nantes. Los hugonotes no se someten y se exilian en países protestantes, como Holanda, Alemania, Inglaterra. La revocación del edicto se extiende naturalmente a las posesiones francesas cisalpinas de los valles de Pragela y Clusón. Se prohíbe el culto protestante, se destruyen o se devuelven los templos al culto católico. Muchas familias optan por el exilio. En enero de 1686, el Duque Víctor Amadeo II, ante la presión ejercida por su tío Luis XIV, emite un edicto por el que se exilia a los pastores, se prohíbe el culto, se impone el bautismo católico de todos los niños. Nuevamente se preparan a intervenir las tropas formadas por los dragones franceses del Mariscal Catinat, con base en Pinerolo. Los valdenses deben decidirse por el exilio o la resistencia armada, pero acaban optando por esta última solución. Catinat interviene y en una guerra relámpago de tres días aniquila las defensas valdenses. El 3 de mayo se produce la capitulación. Se acorrala y ejecuta a los últimos resistentes, mientras las columnas de prisioneros se dirigen hacia los valles.

Al comienzo de las hostilidades, la comunidad valdense contaba con 14.000 almas, de las cuales más de 2.000 perecieron, 8.500 atiborraban las prisiones piamontesas, y las pocas restantes sobrevivieron gracias a la abjuración, más formal que real, de su fe. En efecto, tan pronto como las tropas se alejan, los sobrevivientes salen de sus escondites y reanudan la guerrilla según las técnicas que Janavel les ha enseñado en sus “Instructions militaires”, serie de consejos prácticos para la defensa de los valles. Un nuevo compromiso permitirá que los rebeldes se exilien con sus familias. El Duque de Saboya espera poder repoblar los valles abandonados vendiendo a agricultores católicos las tierras confiscadas a los valdenses. Sin embargo, muchos son los valdenses fugitivos que regresan a sus hogares y aquellos que han abjurado de su fe no inspiran confianza. Los prisioneros de las cárceles de Turín son diezmados por la enfermedad, el frío y el mal trato. 2.000 de ellos son comprados por Venecia para sus galeras, otros corren la misma suerte en Francia. A los convertidos al catolicismo se les destina a poblar la zona agrícola de Vercelli, en la llanura del Po.

¿Qué hacer con los recalcitrantes? Un primer edicto ducal (9 de abril de 1686) prevé el destierro, pero los valdenses se niegan a partir. Otro edicto (enero de 1687) se obtiene gracias a una mediación suiza. El Duque de Saboya concede entonces la expatriación a los prisioneros que lo deseen, no sin exigir que sean dirigidos hacia los cantones del norte, no limítrofes con sus estados, y que los pastores queden en calidad de rehenes en Turín.

Así se abre una de las páginas más dolorosas de la historia de los valdenses: la interminable marcha en pleno invierno, a través del Valle de Susa y el Monte Cenis, de centenares de sobrevivientes de los "campos de concentración" piamonteses, mujeres, ancianos y niños rumbo del exilio y la libertad. La primera de las 13 columnas parte el 13 de enero de 1687, la última llega a Ginebra el 13 de marzo. Sólo 2.490 personas de las 2.700 que han optado por el exilio llegan a Ginebra. Las demás han muerto en el camino. Los ginebrinos acogen fraternalmente a las víctimas del primer exilio valdense, a quienes consideran como mártires. No obstante, los asilados no logran integrarse, sólo anhelan volver a ver sus valles y a partir de 1687 realizan varios intentos de regreso que fracasan.

El Glorioso Retorno

El nuevo rey de Inglaterra, Guillermo III de Orange, príncipe holandés que ha derrocado a Jaime II, organiza una coalición protestante en contra de Luis XIV. En tal contexto, proyecta y lleva a cabo, conjuntamente con los valdenses del exilio, un operativo militar para crear en Piamonte un foco de guerrilla tras las líneas de Catinat. Un cuerpo expedicionario de un millar de hombres, en un 60% valdenses, prepara cuidadosa y secretamente el operativo. A mediados de agosto de 1689, el “comando” atraviesa el lago Léman durante la noche y cubre los 200 Km. que lo separa de los valles piamonteses, a marcha forzada y siguiendo un itinerario poco frecuentado y difícil. Esta marcha, que ha pasado a la historia con el nombre de “Glorieuse Rentrée” (it.: Glorioso Rimpatrio), constituye una de las páginas más célebres de la historia valdense. La sorpresa, la rapidez de ejecución y lo insólito del trayecto hacen que la expedición no sea vista por las tropas francesas. El 23 de agosto, en el Valle de Susa, se produce el único enfrentamiento, que se cierra con la victoria de los valdenses, quienes, sin embargo, sufren importantes pérdidas. Al acercarse la tropa, las poblaciones católicas que se han instalado en los valles abandonan las aldeas para refugiarse en la llanura. El Valle de Germanasca es liberado sin muertos ni heridos. El cuerpo expedicionario pierde 30 % de sus efectivos, apresados por el enemigo o abandonados en el camino para no retrasar la marcha. Los sobrevivientes se organizan y vuelven a instaurar el culto valdense en los templos liberados.

Catinat intenta eliminar a los valdenses antes de que se instalen sólidamente pero no lo logra antes del invierno y se ve obligado a dejar las cuadrillas valdenses en su bastión, en los montes que dominan el pueblo de Balziglia (fr.: Basille), en el Valle de Germanasca. Los meses de guerrilla y soledad amenazan con desintegrar la tropa, los hugonotes han desertado, sólo quedan 300 valdenses cuyo comando asume Henri Arnaud. El 2 de mayo de 1690, los dragones de Francia intentan desalojar a los 300 guerrilleros escondidos entre los cerros. Después de dos días de encarnizados combates, arrinconados en las cimas, los sobrevivientes, que se preparan para el ataque final del día siguiente, gracias a la oscuridad de la noche y la niebla, logran escapar escurriéndose entre las líneas del ejército francés.

Pocos días después, se produce un inesperado cambio de situación, favorable a los valdenses, cuando Víctor Amadeo II de Saboya rompe su alianza con Francia y se alinea con Inglaterra y Austria. Los valdenses se encuentran a salvo, los pastores abandonan las cárceles, los exiliados regresan de Alemania y Suiza y la comunidad, aunque diezmada, se reconstituye. El Piamonte se encuentra ahora bajo el influjo de la diplomacia inglesa y el Duque se ve obligado a publicar, en 1694, un edicto de tolerancia que garantiza en lo sucesivo la vida de los valdenses en sus tierras.

El Ghetto, últimas vejaciones, comienzo de una lenta y ardua reconstrucción

Así y todo, las desdichas de los valdenses no han acabado. Lo que no han podido varias décadas de guerra, la razón de estado de la casa de Saboya lo consigue: en poco más de veinte años, el mundo protestante italiano pierde más de 50% de sus territorios y alrededor de 60% de su población. Aquello comienza en el Valle del Clusón, en el que se han instalado numerosas familias de hugonotes, sobre todo después de la revocación del Edicto de Nantes. El tratado de Ryswick (1697) restituye al Ducado de Saboya el Valle del Clusón, conquistado por los franceses, conjuntamente con Pinerolo, en 1630. En virtud de una cláusula secreta, el Duque se compromete a expulsar del territorio a todos los protestantes. Tres mil personas, afectadas por esta decisión que provoca el segundo exilio de los valdenses, se afincan en Alemania, donde hasta comienzos del siglo XIX mantienen su confesión y su lengua. En el Valle de Pragela, la política represiva se reanuda tras la firma, en 1713, del tratado de Utrech, y se lleva a cabo con la limitación de la libertad de culto: se prohíben las asambleas de más de 10 feligreses, se obliga en 1721 a bautizar a todos los recién nacidos en la religión católica, y en 1730 se prescribe la religión católica a todos los habitantes del valle y se prohíbe todo tipo de manifestación pública y privada de la religión protestante. A pesar de una obstinada resistencia, centenares de familias abandonan entonces el valle para radicarse en territorios prostestantes, principalmente en Suiza y los Países Bajos.

Cuarenta años después de la “Glorieuse Rentrée”, los valles valdenses no son más que un minúsculo ghetto, aislado, replegado en sí mismo. No obstante, los valdenses se esfuerzan por reconstituir su mundo, reuniendo las familias que el exilio y las guerras han dispersado, reconstruyendo las aldeas, roturando lo que otrora han sido sus campos. La presión ejercida sobre la comunidad ya no es militar, por cierto, pero no cede y los valdenses se ven envueltos en una red de prohibiciones: se restringe el número de municipios en que se tolera la presencia de prostestantes, se prohíben los casamientos entre católicos y “herejes”, excepto en los casos de conversión efectiva de los contrayentes, se prohíbe a los peones y jornaleros rurales que trabajen permanentemente para los católicos, se prohíbe enterrar a los muertos en los cementerios católicos y que más de seis personas los acompañen. Se crea un organismo de préstamos para ayudar a los católicos a comprar las tierras de los valdenses, como también un “Hospicio de catecúmenos” para educar a los niños valdenses que abjuran de su fe. En tierras valdenses se construyen iglesias para las parroquias católicas, las que a menudo cuentan con tan sólo la presencia del cura. A los católicos, aunque minoritarios, se les asigna la mayoría de los cargos en los concejos deliberantes. Respondiendo a tal política represiva, la comunidad protestante europea ayuda a los valdenses enviándoles fondos para solventar la educación de los niños en los valles alpinos y en otros países del mundo.

Siglo XIX: hacia la emancipación

Los valdenses ven al fin aclararse el horizonte con la revolución francesa y el imperio napoléonico. El ghetto desaparece. Las leyes les reconocen el derecho a profesar su fe sin discrimaciones, a comprar las tierras que han desmontado y roturado en calidad de peones durante siglos. Ya no se les quitarán sus hijos para educarlos en la religión católica. Los bienes de las iglesias católicas sin feligreses son adjudicados al culto protestante y los pastores llegan a ser empleados de la administración pública.

Con la restauración del Reino de Piamonte y Cerdeña, se abre un nuevo período de medidas vejatorias e inútiles. Así, por ejemplo, el templo de San Giovanni debe cercarse con un vallado para no ofender a los católicos de la aldea. Sin embargo, lo más duro ya ha quedado atrás y la ineluctable liberalización va ganando terreno. En unas pocas décadas, el ex oficial inglés Charles Beckwith consigue transformar la comunidad de los valles valdenses en una nación “autónoma” e independiente, con sus caracteres específicos, en el seno del mundo protestante europeo. Logra asimismo que cada aldea valdense cuente con su escuela propia.

El 17 de febrero de 1848, las Lettere Patenti restituyen a las poblaciones valdenses sus derechos civiles y políticos, otorgándoles los mismos derechos que a todos los ciudadanos del reino: derecho a estudiar, a ejercer todas las profesiones, a adquirir tierras. Tras largos siglos de persecuciones, este hecho es vivido con gran alborozo, aunque todavía haya que esperar bastante tiempo para que la igualdad se torne realidad. Desde entonces, la fecha del 17 de febrero es celebrada anualmente por los valdenses. Gracias a tal emancipación, a partir de mediados del siglo XIX, los valdenses comienzan a abandonar sus valles para emigrar hacia otros países del mundo: Francia, principalmente en las inmediaciones de Marsella, ambas Américas (Uruguay, Argentina, Estados Unidos) y, más excepcionalmente, Argelia.


Bibliographie sur les VAUDOIS 

  • G. TOURN : "Les Vaudois - L'étonnante aventure d'un peuple-église", Tournon 1980. (Edition Française,  Editions Réveil, 07300 Tournon).
  • E. CAMERON : "The Reformation of the Heretics : The Waldenses of the Alps". (Ed. Clarendon 1984). Ouvrage intéressant en Anglais (intéressant).
  • A. CHABRAND : "Vaudois et protestants des Alpes". (Grenoble 1886. L'ouvrage concerne surtout la période postérieure au ralliement des Vaudois à la Réforme).
  • J. CHEVALIER : "Mémoire historique sur les hérésies du Dauphiné avant le XVIème siècle accompagné de documents inédits sur les sorciers et les Vaudois". (Valence 1890, bien documenté, mais fort indulgent pour l'Inquisition).  
  • E. COMBA : "Histoire des Vaudois",  (Paris, Lausanne, Florence 1901).
  •   Teofilo GAY : "Histoire des Vaudois refaite d'après les plus récentes recherches". (Florence, Impr. Claudienne, 1912)
  • P. GILLES : "Histoire Ecclésiastique des Eglises Vaudoises de l'an 1160 à 1643". (Pignerol 1881, Ouvrage bien documenté)
  • Pasteur Jean LÉGER : "Histoire générale des Eglises Evangéliques des vallées du Piémont ou Vaudoises". (Leyde 1669 chez Jean Le Charpentier, Ouvrage ancien et illustré, plaidoyer pour les vaudois et témoignagne d'un contemporain des massacres de 1655). Réédité en fac-similé par La Claudiana.
  • P. LEUTRAT : "Les Vaudois", Paris 1966. (Editions Sociales 168 rue du Temple 75003 Paris).
  • M. PEZET : "L'épopée des Vaudois", Paris 1976. (Editions Seghers, BP 503, 75725 Paris) Dauphiné, Provence, Languedoc, Piémont, Suisse.
  • Alexis MUSTON : "L'Israël des Alpes. Histoire des Vaudois et de leurs colonies".  Paris 1851 (Ducloux) et 1886 (Bonhoure). Cet ouvrage (4 tomes in 8°) contient de nombreux détails et une impressionnante bibliographie.
  • Augusto COMBA : "I Valdesi et le loro Valli" (Les Vaudois et leurs Vallées). (Daniela Piazza Editore, TORINO, 1989). en 3 parties : 1° L'environnement (géographique, économique,...), 2° L'Histoire (des origines à 1984), 3° Vie religieuse, costumes, traditions,...
  • Auguste Armand HUGON et Giovanni GONNET "Bibliographie Vaudoise".

 Autres documents utilisés pour la recherche "Les PEYRONEL dans l'histoire des Vaudois"

  • Osvaldo COISSON : "I Nomi di Famiglia delle Valle Valdesi" (Les Noms de Famille des Vallées Vaudoises), publié par la société d'Etudes Vaudoises (TORRE-PELLICE 1975).
  • Samuel MORLAND (1625-1695) : "History of the Evangelical Churches of the Valleys of Piemont" (Histoire des Eglises Evangéliques des Vallées du Piemont) (édité vers 1660, réédité vers 2000, ISBN: 1579785298 )
  • "Histoire de la persécution des Vallées de Piémont contenant ce qui s'est passé dans la dissipation des Eglises et des habitants de ces vallées arrivées en l'an 1686" publiée à Rotterdam chez Abraham Acher en 1688 : (Bib SHPF cote 3136 (I), in 8°, pages 49-52.).
  • A. ARMAND HUGON, E.A. RIVOIRE, "Gli Esuli Valdesi in Svizzera - (1686-1690)" (Les exilés Vaudois en Suisse) ", Ed. Societa Di Studi Valdesi (1974).

 Ouvrages iconographiques sur les Vallées Vaudoises

  • Carlo PAPINI : "Come vivevano... ", (Claudiana, Torino, 1981) 1. tome I : Val Pellice,  2. tome II : Pinerolo, Val Chisone e Germanasca, fin de siècle 1880-1920.
  • Guido ODIN : "La pietra e la voce" (La pierre et la voix) (Claudiana, Torino, 1974)
  • Augusto COMBA (texte), Mario BENNA et Enrico BERTONE (photos): "I Valdesi et le loro Valli" (Daniela Piazza Editore, TORINO, 1989)

 Romans

  • Jean Pierre MARTIN : "Les vallées de la foi" (Editions Alan Sutton, St Cyr sur Loire 2002 ) Roman historique qui retrace la "glorieuse rentrée" de 1689.
  • Jean CHATENET : "Le passage de la Montagne" (Seuil, Paris 1998) Roman : au temps de l'exil des Vaudois et de la glorieuse rentrée, une jeune vaudoise est enlevée par des catholiques de Maurienne. Les Vaudois vus par les catholiques.
Vaudois de Provence

  • G-J ARCHÉ : "Le massacre des Vaudois du Lubéron"
  • Gabriel AUDISIO : "Les Vaudois - Histoire d'une dissidence XII°-XVI° siècle" (Fayard, 1998).
  • F-O. GIESBERT : "Le Sieur Dieu" (Grasset, Paris 1998), roman dont l'action se situe au temps et sur les lieux du massacre des Vaudois du Lubéron.

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