La settimana di mobilitazione degli archivisti italiani
Marco Carassi *
La semana de movilización de los archiveros italianos
(Mi traducción, H.A.)
¿Para qué podría servir un celular si nos hubiéramos olvidado de quiénes son las personas agendadas? ¿De qué nos serviría un manojo de llaves en el bolsillo si nos hubiésemos olvidado de dónde vivimos? Si perder la memoria es una tragedia terrible, lo mismo podría decirse de una administración que no pudiera documentar sus actividades con seguridad, que no pudiera realizar eficazmente su labor cotidiana salvaguardándose a sí misma y a sus dependientes, que no pudiera asegurar asimismo los derechos de los ciudadanos y la transparencia democrática. Los seres normales se preguntan cuáles son los motivos de la preocupación de quienes se han dedicado a preservar la memoria de nuestras instituciones públicas. Se trata precisamente del valor civil de los archivos y de los peligros que los acechan, tema que suscita en toda Italia unas diez iniciativas que se están llevando a cabo en la semana del 14 al 19 de marzo, en solidaridad con varios países del mundo. El manifiesto de los archiveros italianos publicado en el sitio www.archivisti2016.it es uno de los instrumentos de la movilización. Dichos archiveros ya habían proferido un grito de alarma en 2011, en las manifestaciones "E poi non rimase nessuno" (esp.: Diez negritos), eslogan tomado en préstamo a la novelista británica Agatha Christie. Infelizmente, cuatro años después, aún siguen siendo actuales las preocupaciones por el fallido recambio generacional, por la progresiva degradación del patrimonio archivístico histórico y por el desorden metodológico que a menudo se produce en la producción, gestión y conservación de los archivos corrientes, especialmente en los digitales.
La crisis no es ni técnica ni económica, sino más bien intelectual y moral. A muchas personas, de todos los niveles, les cuesta comprender el rol y la relevancia de los archivos. A su vez, los archiveros, acuciados por las tareas cotidianas, tienden a subestimar el grave peligro que se cierne sobre los archivos y sobre sus personas. Son conscientes de que las mayores preocupaciones de todos, no solo en Italia, se concentran en las consecuencias de la crisis económica, social y política. Y no logran convencer fácilmente a la opinión pública (en la que se encuentran los que deciden y poseen el control del dinero) de que los archivos son un bien precioso y delicado que, en todas las fases de su desarrollo, requieren cuidados asiduos y amorosos a cargo de personas competentes.
La utilidad social de los archivos
Las utilidades fundamentales de los archivos son cuatro: proporcionar pruebas de los derechos del individuo; recordar lo ya hecho y hacer uso de la experiencia para actuar; conocer y comprender lo hecho y descubierto anteriormente por otros; identificarse a sí mismo y crear cohesión social.
Para no ser considerados profesionales residuales, destinados al desguace como los lustrabotas y los afiladores ambulantes, los archiveros reivindican su utilidad social, la cual, por otra parte, es puesta de relieve por el aluvión normativo del último cuarto de siglo en materia de transparencia administrativa, de salvaguarda de la privacidad, de separación de la responsabilidad de administrar y la responsabilidad política de impartir directivas y controlar resultados, de preservación y valorización de los bienes culturales, de producción y manejo de archivos digitales nativos. Para contrarrestar el menoscabo generalizado de su rol, los archiveros se proponen relegitimizar su misteriosa profesión respondiendo a quienes no saben para qué sirven realmente los archivos. Para ello, citan las cuatro finalidades fundamentales anteriormente mencionadas.
Si es obvia la referencia a la defensa de los derechos individuales (desde hechos menores como la pérdida de un comprobante de pago postal hasta casos dramáticos como la destrucción de los archivos civiles en la reciente guerra de Bosnia), menos evidente puede resultar la relación que existe, por ejemplo, entre la defensa de la salud y una gestión eficaz de los archivos sanitarios (incluso familiares), o entre ahorrar esfuerzos y trabajo en determinados edificios y disponer de planos arquitectónicos y urbanísticos. A menudo tampoco se es consciente de que la transparencia de la administración es esencial para permitir al ciudadano que desempeñe su papel en una sociedad democrática. Para interpretar correctamente la función orientadora de la política en el sentido más noble de la palabra, es preciso reflexionar sobre los condicionamientos y las oportunidades que el tiempo pasado nos ha legado. Además, los archivos también son vastos yacimientos de información científica y técnica, ya que todas las disciplinas tienen una historia: los estudios sobre el clima, los terremotos, los desmoronamientos, etc., por antiguos que sean los documentos que los contienen, revisten suma importancia para la vida en los tiempos actuales.
Recurrir a los archivos en busca de una reafirmación identitaria puede resultar una tarea extremadamente delicada, ya que se corre el riesgo de exponerse a un trastocamiento de la memoria individual y de las presuntas injusticias sufridas, con derivaciones agresivas hacia otros grupos sociales, de los cuales se podría sentir la necesidad de defenderse, marginándolos o combatiéndolos. En efecto, sucede a menudo que nos olvidemos de que nuestro pasado no solo contiene zonas luminosas (que luego acaban componiendo identidades construidas por selección y simplificación) sino también e inevitablemente zonas sombrías. No obstante, es innegablemente un deseo universal no vivir aislado dentro de la experiencia individual e insertar la aventura humana personal en el marco más amplio de la memoria familiar, social, profesional, ciudadana, nacional, etc. La herencia histórica correctamente documentada es pues un hecho que no se debe ignorar para no construir castillos en el aire.
La tarea de los archiveros
Muchas personas, si bien reconocen que los archivos son útiles desde numerosos puntos de vista, no logran comprender para qué sirven los archiveros. ¿No basta acaso con tener encargados de depósito e informáticos? En realidad, el trabajo de los archiveros se orienta en varias direcciones: hacia el pasado, conservando y ofreciendo a la consulta documentos seleccionados por su valor jurídico e histórico permanente; hacia el presente, contribuyendo a la organización y al funcionamiento de los archivos corrientes, instrumentos de eficiencia administrativa y transparencia democrática; hacia el futuro, velando por salvaguardar, mediante elaboradas estrategias, archivos cada vez más copiosos y cada vez más frágiles debido a la acelerada obsolescencia de las técnicas. Precisamente, por la enorme utilidad de los servicios prestados a la administración pública y a la ciudadanía en su conjunto, los archiveros están convencidos de que un redimensionamiento de su profesión por parte del mundo laboral hará sentir sus efectos negativos a largo plazo, cuando ya no haya remedio alguno a tal situación. La opinión pública toma conocimiento de la existencia de los archivos sólo cuando en los medios se discuten grandes casos políticos o judiciales (¿puede el FBI consultar el archivo del celular de un asesino para encontrar a sus cómplices?) o cuando, por ejemplo, se habla de una exposición de envergadura o de un hallazgo curioso que los medios difunden con estruendo y harta precisión de pormenores. Sin embargo, los archiveros están siempre y en todas partes. Son la fuerza motriz y el lubricante necesario para el funcionamiento del gran engranaje de la sociedad.
La crisis no es ni técnica ni económica, sino más bien intelectual y moral. A muchas personas, de todos los niveles, les cuesta comprender el rol y la relevancia de los archivos. A su vez, los archiveros, acuciados por las tareas cotidianas, tienden a subestimar el grave peligro que se cierne sobre los archivos y sobre sus personas. Son conscientes de que las mayores preocupaciones de todos, no solo en Italia, se concentran en las consecuencias de la crisis económica, social y política. Y no logran convencer fácilmente a la opinión pública (en la que se encuentran los que deciden y poseen el control del dinero) de que los archivos son un bien precioso y delicado que, en todas las fases de su desarrollo, requieren cuidados asiduos y amorosos a cargo de personas competentes.
La utilidad social de los archivos
Las utilidades fundamentales de los archivos son cuatro: proporcionar pruebas de los derechos del individuo; recordar lo ya hecho y hacer uso de la experiencia para actuar; conocer y comprender lo hecho y descubierto anteriormente por otros; identificarse a sí mismo y crear cohesión social.
Para no ser considerados profesionales residuales, destinados al desguace como los lustrabotas y los afiladores ambulantes, los archiveros reivindican su utilidad social, la cual, por otra parte, es puesta de relieve por el aluvión normativo del último cuarto de siglo en materia de transparencia administrativa, de salvaguarda de la privacidad, de separación de la responsabilidad de administrar y la responsabilidad política de impartir directivas y controlar resultados, de preservación y valorización de los bienes culturales, de producción y manejo de archivos digitales nativos. Para contrarrestar el menoscabo generalizado de su rol, los archiveros se proponen relegitimizar su misteriosa profesión respondiendo a quienes no saben para qué sirven realmente los archivos. Para ello, citan las cuatro finalidades fundamentales anteriormente mencionadas.
Si es obvia la referencia a la defensa de los derechos individuales (desde hechos menores como la pérdida de un comprobante de pago postal hasta casos dramáticos como la destrucción de los archivos civiles en la reciente guerra de Bosnia), menos evidente puede resultar la relación que existe, por ejemplo, entre la defensa de la salud y una gestión eficaz de los archivos sanitarios (incluso familiares), o entre ahorrar esfuerzos y trabajo en determinados edificios y disponer de planos arquitectónicos y urbanísticos. A menudo tampoco se es consciente de que la transparencia de la administración es esencial para permitir al ciudadano que desempeñe su papel en una sociedad democrática. Para interpretar correctamente la función orientadora de la política en el sentido más noble de la palabra, es preciso reflexionar sobre los condicionamientos y las oportunidades que el tiempo pasado nos ha legado. Además, los archivos también son vastos yacimientos de información científica y técnica, ya que todas las disciplinas tienen una historia: los estudios sobre el clima, los terremotos, los desmoronamientos, etc., por antiguos que sean los documentos que los contienen, revisten suma importancia para la vida en los tiempos actuales.
Recurrir a los archivos en busca de una reafirmación identitaria puede resultar una tarea extremadamente delicada, ya que se corre el riesgo de exponerse a un trastocamiento de la memoria individual y de las presuntas injusticias sufridas, con derivaciones agresivas hacia otros grupos sociales, de los cuales se podría sentir la necesidad de defenderse, marginándolos o combatiéndolos. En efecto, sucede a menudo que nos olvidemos de que nuestro pasado no solo contiene zonas luminosas (que luego acaban componiendo identidades construidas por selección y simplificación) sino también e inevitablemente zonas sombrías. No obstante, es innegablemente un deseo universal no vivir aislado dentro de la experiencia individual e insertar la aventura humana personal en el marco más amplio de la memoria familiar, social, profesional, ciudadana, nacional, etc. La herencia histórica correctamente documentada es pues un hecho que no se debe ignorar para no construir castillos en el aire.
La tarea de los archiveros
Muchas personas, si bien reconocen que los archivos son útiles desde numerosos puntos de vista, no logran comprender para qué sirven los archiveros. ¿No basta acaso con tener encargados de depósito e informáticos? En realidad, el trabajo de los archiveros se orienta en varias direcciones: hacia el pasado, conservando y ofreciendo a la consulta documentos seleccionados por su valor jurídico e histórico permanente; hacia el presente, contribuyendo a la organización y al funcionamiento de los archivos corrientes, instrumentos de eficiencia administrativa y transparencia democrática; hacia el futuro, velando por salvaguardar, mediante elaboradas estrategias, archivos cada vez más copiosos y cada vez más frágiles debido a la acelerada obsolescencia de las técnicas. Precisamente, por la enorme utilidad de los servicios prestados a la administración pública y a la ciudadanía en su conjunto, los archiveros están convencidos de que un redimensionamiento de su profesión por parte del mundo laboral hará sentir sus efectos negativos a largo plazo, cuando ya no haya remedio alguno a tal situación. La opinión pública toma conocimiento de la existencia de los archivos sólo cuando en los medios se discuten grandes casos políticos o judiciales (¿puede el FBI consultar el archivo del celular de un asesino para encontrar a sus cómplices?) o cuando, por ejemplo, se habla de una exposición de envergadura o de un hallazgo curioso que los medios difunden con estruendo y harta precisión de pormenores. Sin embargo, los archiveros están siempre y en todas partes. Son la fuerza motriz y el lubricante necesario para el funcionamiento del gran engranaje de la sociedad.
Los archivistas no niegan que administrar correctamente los archivos tiene sus costos, pero cuando se viven tiempos de crisis económica global, es necesario reflexionar y tener en cuenta los diferentes grados de prioridad. Ciertamente, la necesidad de evitar cualquier derroche también vale para los archiveros, pero ¿puede una sociedad evolucionada prescindir de los servicios que prestan los archivos y privarse del profesionalismo requerido para tal función?
* Presidente del Collegio dei probiviri dell'Associazione Nazionale Archivistica Italiana, già Sopraintendente archivistico per il Piemonte, la Valle d'Aosta e la Lombardia.
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