Santoral |
No sólo mi madre se llamaba Francisca, sino que también su abuela paterna había llevado el nombre Francesca. El hecho no resulta tan sorprendente si se sabe que por una tradición aún viva por aquellos años, los nietos mayores recibían generalmente los nombres de pila de sus abuelos... Ahora bien, desde este punto de vista que nada tiene que ver con la predestinación, es legítimo suponer que si la abuela de mi madre no se hubiera llamado Francesca, tampoco a mi madre le habrían puesto el nombre Francisca... y quizá yo no habría pintado a San Francisco de Asís.
Mis padres, después de vivir en la Provincia de Santa Fe, donde habían nacido, se afincaron en San Francisco, ciudad del oeste cordobés. Si las recurrencias de los nombres en cuestión no son signos de predestinación, me pregunto a dónde hubiéramos ido a vivir si la madre del padre de mi madre no se hubiera llamado Francesca.
Como ya dije, mis estudios y actividades profesionales gravitaron invariablemente en torno a la lengua francesa. Pero ¿qué hubiera sucedido, por ejemplo, si la abuela de mi madre, como tantas de sus coterráneas y coetáneas, se hubiera llamado Vittoria o Elisabetta? ¿Me habría dedicado yo a la lengua inglesa?
Mi pintura de San Francisco de Asís, por aquello de los nombres heredados, no pudo tener otro destino que no fuera el convento de la congregación de las hermanas capuchinas a la que pertenece mi tía. Ésta, al igual que mi madre, es nieta de la ya mencionada progenitora Francesca. Entonces, aquí cabe hacerse otras preguntas más: ¿habría ingresado mi tía a la orden de las capuchinas si mi bisabuela no se hubiera llamado Francesca? ¿qué otro santo u otra santa habría sido el personaje de mi cuadro? ¿? ¿? ¿?
Si a ustedes se les ocurren otras preguntas y aunque ni siquiera vislumbren las respectivas respuestas, no duden en hacérmelas saber, que de esto se trata en la vida: preguntas, sólo preguntas.
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